La locura.
Una de las características más fascinantes e inquietantes a la vez de la ciudad más internacional del mundo, Londres, es esa misma. Tan caleídoscópica es su población que uno percibe la ausencia de unidad, la individualidad más absoluta en la que idiomas, religiones, y costumbres parecen vivir sin tocarse. Sólo en 3 casos noté, brevemente algo diferente. Éstas fueron cuando la reunión del g-7 y en una manifestación propalestina y cuando los tamiles protestaron por las matanzas en sri lanka. Las 3 se limitaron a puntos precisos de la ciudad.
Ayer, sin embargo, asistí a la mayor locura que he visto en esta ciudad. Ayer, Londres, fue roja y amarilla.
Cuando el partido terminó una española me convenció para ir a trafalgar square a celebrarlo, algo ante lo que yo, en principio, soy reticente. No me gustan las extemporaneas y cerriles manifestaciones de patrioterismo (sean estas prohispanicas, euskaldunas y catalunyeras). Pero con lo que me encontré cuando salí del metro en charing cross y accedí a laplaza más importante de Londres me dejó helado. Miles y miles de personas gritando, corriendo, bailando de un lado a otro. Las fuentes de la plaza estaban literalmente, abarrotadas de gente. Toda la plaza encharcada, gente en pelotas, tirados por el suelo, chillando. Si uno intentaba salir de la plaza se encontraba con decenas de coches con banderas de España, pitando y parando el trafico. Al menos 15 furgones de policía habían sido aparcados en los lados de la plaza esperando a combatir exabruptos o salidas de tono. Pues bien, después de media hora bastantes de los muy duros policías ingleses.
Estaban bailando, y tirando las gorras al aire. Mientras algunos grupos cantaban (muy fuera de lugar, por cierto) Nelson, cabrón, saluda al campeón, cientos corrían con vuvuzelas y cantando, espontáneamente: yo soy español. Colombianos, brasileños, argentinos, italianos e incluso un buen puñado de ingleses cantaban ¡we won. We won. We won.
Ayer por la noche, en una hora, abracé y besé a más mujeres de las que he tocado en toda mi vida.
Dos horas después pretendía ir a la zona de picadilly circus para coger un autobús. Para mí sorpresa durante todo el recorrido más y más forofos, banderas españolas, coches pitando, gente cantando. Y cuando llegué a picadilly ¡todavía fue peor. Otros miles de aficionados bañándose y convirtiendo la ciudad en la locura absoluta.
Ayer, por primera vez, noté en Londres algo que podría calificarse de personalidad, unidad. Parecía que ayer por la tarde hubiese terminado la segunda guerra mundial.
Ayer, Londres, fue la capital de España. Ayer, la inigualable capapcidad de los españoles para hacer ruido, hizo un trabajo perfecto. Quizá no tenga tanto mérito. Especialmente porque en Londres sacar la bandera de España no es peligroso. No tanto como en Pamplona, Barcelona o Bilbao. Aquí a nadie le pegan o le persiguen por sacar la bandera de España. Aquí la bandera de España no es un símbolo de fascismo.
Ayer sentí que España era una, grande y libre (que no es sino el lema del partido socialista francés, Francia una grande y libre).
Camilo, un amigo colombiano me miraba con los ojos desorbitados, casi asustado, mientras miles de personas gritaban como locas y me preguntó ¿pero que es esto?
La locura, camilo. Esto es la locura.
(Por cierto, a mí no me gusta el fútbol).