Un testamento se impugna al sospechar que alguien falsificó la firma. Los peritos usan un perfilómetro 3D, como el Sensofar S neox, para escanear la firma en disputa. Este instrumento genera un mapa topográfico tridimensional de la superficie del papel. El mapa registra con precisión las microdepresiones que el bolígrafo crea al presionar sobre las fibras. Así, se puede medir la fuerza y la dinámica de la escritura, no solo su forma bidimensional.


El software analiza la presión y velocidad del trazo

Los expertos procesan los datos del escaneo con software como MountainsMap o Gwyddion. Estos programas permiten visualizar y cuantificar la profundidad del surco en cada punto de la firma. Al analizar estos datos, se busca identificar anomalías en la ejecución del gesto gráfico. Una firma genuina suele mostrar una presión y una velocidad de trazado fluidas y consistentes. En cambio, una falsificación puede revelar pausas imperceptibles, levantamientos del instrumento o cambios bruscos en la presión, ya que quien falsifica tiende a dibujar la forma en lugar de escribir con naturalidad.

La evidencia técnica sustenta el dictamen pericial

El informe final contrasta el mapa de presión de la firma cuestionada con el de muestras indubitadas del firmante. Las diferencias en la dinámica del trazo constituyen una evidencia física objetiva y difícil de refutar. Este método científico complementa el análisis grafoscópico tradicional, aportando datos métricos que fortalecen la conclusión pericial. La tecnología permite discernir entre una firma auténtica y una imitación, incluso cuando a simple vista parecen idénticas. En el ámbito legal, este tipo de análisis puede ser decisivo para resolver un caso de falsificación documental.

A veces, la firma más perfecta es la que delata al falsario, porque se esmeró tanto en copiar la forma que olvidó que escribir no es dibujar.