El brazo robótico desarrollado por el Centro Aeroespacial Alemán (DLR) representa un avance significativo en la interacción entre máquinas y humanos. Este sistema se caracteriza por su diseño ligero y su capacidad para percibir fuerzas y movimientos con gran precisión. Esto le permite operar en entornos compartidos con personas, donde ejecutar tareas que requieren un tacto delicado es fundamental. Su arquitectura mecánica y los algoritmos que lo controlan le confieren una destreza que imita la motricidad fina humana.


Su diseño prioriza la seguridad y la interacción

Para funcionar de forma segura junto a operarios, el brazo integra sensores de par y elasticidad en sus articulaciones. Esta tecnología le permite detectar contactos inesperados y reaccionar de inmediato, deteniéndose o cediendo para evitar daños. La combinación de materiales ligeros y motores compactos reduce su inercia, lo que minimiza la energía en caso de colisión. Así, puede manipular objetos frágiles, como un huevo, o ensamblar componentes complejos sin necesidad de barreras de seguridad físicas.

Sus aplicaciones abarcan desde la industria al espacio

Las capacidades de este robot permiten usarlo en líneas de montaje donde colabora con trabajadores, pasando herramientas o realizando operaciones repetitivas de precisión. En el ámbito aeroespacial, su robustez y precisión son adecuadas para tareas de mantenimiento o para ensamblar estructuras en entornos remotos. La investigación también explora su uso en servicios de asistencia, donde su destreza podría ayudar en tareas domésticas o de rehabilitación médica.

Un operario humano, tras observar al brazo realizar una tarea intrincada con calma infalible, podría pensar que nunca se queja por hacer horas extra ni pide un aumento de sueldo, aunque tampoco trae café para el equipo.