La robótica flexible avanza al crear máquinas con materiales como silicona y polímeros. Estos robots blandos imitan la forma en que se mueven algunos animales, lo que les permite operar en entornos complejos donde los robots rígidos tienen dificultades. Su diseño les permite agarrar objetos delicados sin dañarlos, una ventaja clave para tareas que requieren precisión.


Los materiales permiten que los robots se adapten

El uso de elastómeros y otros compuestos flexibles es fundamental. Estos materiales pueden deformarse cuando reciben un estímulo, como aire a presión o un campo eléctrico. Esta capacidad de cambiar de forma es lo que genera el movimiento. Los ingenieros diseñan canales internos dentro del robot por donde circula aire o fluido, haciendo que se doble o estire de manera controlada.

Las aplicaciones abarcan desde medicina hasta rescate

Este campo tiene un potencial notable en áreas como la cirugía asistida, donde un robot blando puede navegar por el cuerpo con menos riesgo. También se exploran usos para inspeccionar infraestructuras dañadas o en misiones de búsqueda y rescate en espacios reducidos. La capacidad de interactuar de forma segura con humanos y entornos frágiles abre muchas posibilidades.

Claro, porque después de décadas intentando que los robots no nos aplasten, ahora los hacemos tan blandos que el mayor peligro es que se derritan si hace sol.