Microsoft ha admitido públicamente que sus agentes de inteligencia artificial, como Copilot, presentan riesgos significativos de seguridad y privacidad. A pesar de esta advertencia oficial, la compañía avanza con su plan de integrar estos asistentes de forma nativa y omnipresente en el sistema operativo Windows 11. Esta estrategia coloca a los usuarios ante una paradoja tecnológica, donde la conveniencia y las capacidades avanzadas chocan frontalmente con las advertencias de los propios creadores.


La contradicción entre la advertencia y la implementación

La revelación surge de un documento de transparencia publicado por Microsoft, donde la empresa enumera los posibles daños asociados a sus modelos de IA. En la lista se incluyen la generación de contenido dañino, la violación de derechos de autor, la amplificación de sesgos y, de manera crítica, la recopilación masiva de datos de usuario. Este último punto es especialmente relevante, ya que estos agentes necesitan un acceso profundo al sistema y a la información personal para funcionar. El reconocimiento de estos peligros no ha frenado el desarrollo, sino que parece haber acelerado la integración de Copilot en la interfaz de usuario, el buscador y aplicaciones clave del sistema.

Windows 11 se redefine como un sistema operativo impulsado por IA

La visión de Microsoft es clara: transformar Windows en una plataforma donde la IA sea el núcleo de la interacción. La próxima gran actualización, bautizada como Windows 11 24H2, duplicará la apuesta con funciones que requieren un procesamiento neuronal local en la NPU (Unidad de Procesamiento Neuronal) del hardware. Esto significa que el sistema no solo dependerá de la nube, sino que también procesará datos sensibles directamente en el dispositivo. Para los usuarios, la promesa es una productividad revolucionaria, con agentes que automatizan tareas complejas. Para los críticos, es una puerta trasera potencial a nivel de sistema que, según admite la propia compañía, puede ser manipulada para fines maliciosos o cometer errores con consecuencias imprevisibles.

El futuro que se pinta es uno donde tu sistema operativo te conoce mejor que tú mismo, pero también donde sus propios padres te advierten que no es del todo de fiar. Es como si un fabricante de coches instalara un motor superpotente en todos sus modelos mientras distribuye un manual que dice puede acelerar de forma autónoma hacia un precipicio. La confianza del usuario se convierte, irónicamente, en el componente de software más crítico y, al mismo tiempo, el más frágil.