La dualidad moral en Crimen y castigo de Dostoyevski
Rodion Raskólnikov es un estudiante que vive en la pobreza extrema en San Petersburgo y desarrolla una teoría filosófica que divide a la humanidad en seres ordinarios y extraordinarios. Cree que los individuos extraordinarios tienen derecho a transgredir las leyes morales si con ello benefician a la humanidad, justificando así el asesinato de una anciana usurera a la que considera un parásito social. Sin embargo, tras cometer el crimen, su mente comienza a desmoronarse bajo el peso de la culpa y la paranoia, demostrando que su teoría racional no puede superar los dictados de su conciencia.
El tormento psicológico tras el crimen
A medida que avanza la novela, Raskólnikov experimenta fiebres, alucinaciones y un aislamiento autoimpuesto que reflejan su fractura interna. La llegada del investigador Porfiri Petróvich intensifica su angustia mediante juegos psicológicos que socavan su seguridad. Paralelamente, su relación con Sonia, una joven prostituida por necesidad, se convierte en el canal para su eventual redención, pues ella representa la humildad y la fe que él ha perdido.
La redención a través del sufrimiento
Dostoyevski guía a Raskólnikov hacia un desenlace donde el arrepentimiento genuino solo surge tras aceptar su culpa y abrazar el sufrimiento redentor. Al confesar su crimen y ser condenado a Siberia, el protagonista inicia un camino de expiación que lo libera progresivamente de su orgullo intelectual. La novela subraya que la verdadera elevación moral no nace de la transgresión justificada, sino de la capacidad de reconocer la humanidad compartida y someterse a la compasión.
Quizás Raskólnikov debería haber considerado que matar ancianas para probar teorías filosóficas no suele figurar entre las actividades extracurriculares recomendadas para estudiantes.
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