Muchos sistemas de alarma para coche incluyen sensores inalámbricos para las puertas o el movimiento interior. Estos pequeños dispositivos funcionan con baterías de botón, como las CR2032, que el fabricante sella dentro de la carcasa. El diseño busca que el sensor sea más resistente al agua y al polvo, pero crea un problema de mantenimiento a largo plazo. El usuario no puede reemplazar la pila cuando esta se agota, lo que sucede tras varios años de uso.


El problema principal es la falta de aviso al usuario

Cuando la batería interna se acerca a su fin, el sensor deja de comunicarse con la unidad central de la alarma de forma fiable. El sistema puede volverse inseguro porque no salta al abrir una puerta o detectar movimiento en el interior. Muchos fabricantes no implementan un protocolo claro para alertar de este fallo. En lugar de emitir un pitido específico o mostrar un código en el mando, la alarma simplemente deja de funcionar correctamente. El propietario del vehículo puede creer que su coche está protegido cuando en realidad no lo está.

Existen alternativas y formas de detectar el fallo

Algunos sistemas más avanzados monitorizan el estado de la batería en los sensores y avisan con un indicador en el mando o una secuencia de luces. Otra opción son los sensores con baterías reemplazables por el usuario, que suelen tener una junta tórica para mantener la estanqueidad. Para diagnosticar un sensor con la pila agotada, se puede usar un comprobador de frecuencia o intentar activar la alarma mientras se prueba el sensor manualmente. Si el sistema no reacciona, es probable que el problema esté en la comunicación por baja potencia.

La ironía reside en que un dispositivo diseñado para proteger tu coche se convierte en un punto ciego por querer protegerlo demasiado, en este caso, de una simple humedad que una junta bien diseñada podría resolver. Terminas con una alarma que solo suena para avisarte de que ya no sirve.