Las cámaras de eventos, también llamadas cámaras neuromórficas, funcionan de manera radicalmente distinta a las cámaras tradicionales. En lugar de capturar fotogramas completos a intervalos fijos, cada píxel del sensor opera de forma independiente y solo registra datos cuando detecta un cambio en la intensidad de la luz. Este principio se inspira en cómo las neuronas del sistema visual humano transmiten información.


El sensor responde solo al movimiento

Cada fotodiodo actúa como una célula autónoma que mide continuamente la luz. Cuando la luminosidad en ese punto supera un umbral predefinido, el píxel genera un evento. Este evento es un pequeño paquete de datos que contiene las coordenadas del píxel, el instante preciso en que ocurrió el cambio y su polaridad (si la luz aumentó o disminuyó). El sensor no lee píxeles inactivos, lo que elimina el concepto de velocidad de obturación global.

Se logra alta velocidad con pocos datos

Este enfoque permite latencias extremadamente bajas, del orden de microsegundos, y velocidades efectivas equivalentes a miles o decenas de miles de fotogramas por segundo. Al transmitir únicamente la información que cambia, se genera un flujo de datos muy escaso. Esto reduce drásticamente el ancho de banda necesario, el poder de procesar y los requisitos de almacenar, evitando el desenfoque de movimiento típico de las cámaras de rodaje.

El sistema es tan eficiente que puede grabar un rayo cayendo con todo detalle temporal, pero un paisaje estático al mediodía no genera ni un solo byte de datos, lo que podría hacer que el operador se pregunte si la cámara está rota.