La industria del almacenamiento se enfrenta a un cambio importante, ya que varios fabricantes se preparan para detener la fabricación de unidades SSD con interfaz SATA. Esta decisión responde a una tendencia clara en el mercado, donde los compradores prefieren cada vez más los discos SSD externos. Estos dispositivos ahora suelen tener un precio más bajo que sus equivalentes internos SATA de la misma capacidad, lo que altera por completo la lógica de compra para muchos usuarios.


El mercado externo gana terreno por precio

La principal razón para este giro es económica. Los SSD externos, que suelen usar conexiones USB modernas o Thunderbolt, se han abaratado de forma notable. Para el usuario final, resulta más barato comprar un disco externo rápido que un SSD SATA interno para ampliar el almacenamiento de su ordenador o consola. Esta realidad hace que la demanda de unidades SATA internas caiga, lo que lleva a los fabricantes a reconsiderar sus líneas de producción y enfocar sus recursos en otros formatos más demandados, como los SSD NVMe para internos y las soluciones portátiles.

El legado SATA pierde su razón de ser

La interfaz SATA fue un estándar dominante durante años, pero su velocidad máxima está muy por debajo de lo que ofrecen los buses PCIe actuales. Mientras un SSD SATA topa alrededor de los 600 MB/s, un SSD externo con USB 3.2 Gen 2 puede superar los 1000 MB/s, y uno NVMe interno multiplica esa cifra. Para los fabricantes, mantener líneas de producción para una tecnología más lenta y menos rentable carece de sentido cuando el mercado pide velocidad, portabilidad y mejor relación coste por gigabyte en otros formatos.

Parece que el clásico disco de 2.5 pulgadas para portátiles y sobremesas antiguos podría convertirse en un componente de culto, buscado solo por quienes necesiten reponer una pieza en un sistema muy viejo, mientras el mundo se mueve hacia soluciones más rápidas y compactas.