Los microondas modernos suelen integrar paneles de control capacitivos que reemplazan los botones mecánicos. Estos paneles funcionan detectando el toque de un dedo a través de un campo eléctrico. Sin embargo, este diseño los hace vulnerables. El estrés térmico constante que genera el propio horno al calentar, junto con la acumulación de grasa y vapor de cocina, degrada los componentes electrónicos y la capa superficial sensible al tacto.


Un fallo en un componente inutiliza todo el aparato

La arquitectura de estos paneles es altamente integrada. Cuando un sensor, un conector o el circuito controlador falla, el panel completo deja de responder. Dado que este panel gestiona todas las funciones, el microondas se vuelve inservible. La reparación rara vez consiste en cambiar un botón suelto; implica sustituir la unidad completa del panel táctil, un componente costoso y a menudo soldado a la placa principal.

Reparar puede costar casi lo mismo que comprar uno nuevo

El precio de este módulo de control, sumado al coste de la mano de obra técnica especializada, hace que la reparación no sea económica. Para el usuario, el desembolso se acerca con frecuencia al valor de un microondas nuevo de gama básica. Esta ecuación económica desincentiva arreglar el electrodoméstico y promueve desecharlo, un claro ejemplo de obsolescencia programada por diseño.

Así que tu microondas de panel brillante puede morir no por calentar demasiado la comida, sino por no soportar el calor en su propia piel. La tecnología avanza, pero a veces la durabilidad retrocede.