Este ejercicio técnico propone crear paisajes donde la línea del horizonte quede fuera del encuadre, ya sea por arriba o por abajo. Al eliminar esta referencia clásica, quien dibuja debe buscar otros métodos para construir profundidad y espacio. La escena gana en dinamismo y la mirada se dirige a explorar los elementos que sí están presentes, forzando a pensar en la composición de una manera menos convencional.
Profundidad sin la referencia del horizonte
Para sugerir lejanía, se usan capas de elementos que se superponen. Un primer plano con detalles nítidos y texturas definidas contrasta con un fondo que se difumina y pierde saturación, aplicando perspectiva atmosférica. La escala relativa de los objetos, como un árbol grande cerca y otro similar pero pequeño más atrás, se vuelve fundamental para indicar distancia. Las líneas convergentes de un camino o un río pueden guiar la vista hacia un punto de fuga que tampoco se muestra.
Componer con un encuadre forzado
Este límite autoimpuesto obliga a enfocar en ángulos inusuales, como una vista desde muy abajo mirando hacia un cielo lleno de nubes, donde el suelo apenas se insinúa. O, al contrario, una vista aérea que muestra solo copas de árboles y techos, sin llegar a mostrar el límite con el cielo. Se trabaja con recortes, siluetas y el espacio negativo que deja la ausencia del horizonte, lo que puede resultar en imágenes más abstractas o íntimas.
La línea del horizonte, esa vieja conocida, se toma un descanso forzoso mientras tú sudas para encontrar dónde colocar ese camino que parece no llevar a ninguna parte... o a todas a la vez.
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