El Arropiero mezcla realidad y leyenda en el sur de España
La figura del Arropiero aterroriza a varias generaciones en Andalucía. Este personaje surge al mezclar la historia real del asesino en serie Manuel Blanco Romasanta, conocido como el Hombre Lobo, con el mito tradicional del sacamantecas. Durante los años sesenta y setenta, se propaga el miedo a un hombre que secuestra niños para extraer su grasa, llamada arrope, y venderla como un remedio curativo milagroso. Aunque el crimen real no implica estos rituales, la leyenda se enraíza profundamente en el imaginario popular, sirviendo como una advertencia siniestra para los niños que desobedecen.
Manuel Blanco Romasanta inspira el mito
La base real del terror la proporciona Manuel Blanco Romasanta, un criminal del siglo XIX. Las autoridades lo detienen y confiesa una serie de asesinatos. Su caso adquiere un matiz macabro cuando alega sufrir licantropía, afirmando que se transforma en lobo para cometer sus crímenes. Esta declaración, unida a su oficio de vendedor ambulante que le permite desplazarse con facilidad, alimenta las historias rurales. Su perfil se fusiona con el arquetipo del forastero peligroso que acecha en los caminos.
El mito del sacamantecas pervive en la cultura
La leyenda del sacamantecas precede a Romasanta y sobrevive a él. Se trata de un cuento popular que advierte sobre extraños que buscan la grasa humana, un ingrediente supuestamente valioso para ungüentos y curas. En el siglo XX, durante la posguerra y la década de los setenta, resurge con fuerza este miedo colectivo. Los padres usan la historia del Arropiero para asustar a sus hijos y que no se alejen de casa, consolidando una figura monstruosa que personifica la amenaza externa y lo desconocido.
Irónicamente, el cuento del sacamantecas pretendía proteger a los niños, pero lograba aterrorizarlos hasta el punto de generar pesadillas y un miedo patológico a la oscuridad y los desconocidos, un efecto colateral bastante contraproducente para una lección de seguridad.
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