La biblioteca de Alejandría se purga con algoritmos
El aire en la sala hipóstila es denso y estático, cargado de polvo de papiro y el zumbido sordo de máquinas. No hay llamas que devoren estanterías, solo el brillo azulado y frío de escáneres láser que recorren metódicamente cada rollo. Robots archiveros, con brazos articulados de precisión quirúrgica, despliegan los manuscritos ante los haces de luz. Un gobierno global unificado ordena este proceso. Su objetivo no es destruir el conocimiento, sino depurarlo. Un algoritmo central, que ellos llaman El Criterio, evalúa cada línea, cada concepto y cada nombre histórico en milisegundos.
El proceso decide qué historia sobrevive
Cuando el sistema detecta lo que cataloga como desinformación, el procedimiento es inmediato y limpio. El brazo robótico deposita el papiro escaneado en una incineradora de plasma integrada en su base. Un fogonazo silencioso y contenido reduce el texto a una fina ceniza gris que cae a un receptáculo. No hay calor que se propague, ni olor a quemado tradicional. Solo el humo tenue de la historia censurada, extraído por conductos en el techo. Así, la narrativa del mundo se reescribe en tiempo real, conservando solo los fragmentos que se alinean con la verdad oficial. Los robots no dudan, no reflexionan. Solo ejecutan.
Una distopía del conocimiento absoluto
El silencio es lo más perturbador. No hay gritos de eruditos, ni disputas filosóficas. El crepitar del fuego ha sido sustituido por el pitido de confirmación de un escáner y el leve suspiro de la incineradora. La luz cinemática que antes entraba por los ventanales para iluminar el saber, ahora es artificial y proviene de las propias máquinas, creando un juego de sombras geométricas y estériles. La biblioteca, antaño caótica y vital, se ha convertido en una línea de montaje inversa donde se desensambla el pasado. Cada papiro que se volatiliza borra una posibilidad alternativa de entender el presente.
Un historiador clásico, hipotéticamente teletransportado aquí, quizás no percibiría al instante la tragedia. Vería orden, eficiencia y preservación. Solo al acercarse a leer un texto que conoce y verlo desaparecer ante sus ojos, entendería que están construyendo el olvido más perfecto. La ironía reside en que, para proteger la supuesta verdad, han creado la mentira más completa: un pasado sin aristas, sin disidencia y, por tanto, sin humanidad.
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