Las microalgas producen bioplásticos que capturan CO2
La investigación en bioplásticos avanza con una propuesta que integra la sostenibilidad desde su origen. Científicos y empresas desarrollan polímeros biodegradables utilizando biomasa de microalgas. Estos microorganismos acuáticos crecen rápidamente y no compiten por tierras de cultivo destinadas a alimentos. Su principal ventaja ambiental es que, al crecer, absorben dióxido de carbono de la atmósfera. Este proceso convierte un gas de efecto invernadero en la materia prima para fabricar plástico.
El proceso convierte algas en polímeros útiles
Para fabricar este material, primero se cultivan las microalgas en fotobiorreactores o estanques abiertos. Luego, se extraen los lípidos y los polisacáridos que almacenan las células. Mediante diversos métodos químicos o biológicos, estos compuestos se transforman en polímeros como el ácido poliláctico (PLA) o el polihidroxialcanoato (PHA). El resultado es un plástico que puede procesar la industria para crear envases, films agrícolas o componentes para productos de corta vida útil. Después de usarse, estos materiales se biodegradan en condiciones industriales o, en algunos casos, en el medio ambiente, sin dejar microplásticos persistentes.
La tecnología enfrenta desafíos de escala y coste
Aunque el concepto es prometedor, producir bioplásticos de algas a gran escala aún presenta obstáculos. Optimizar el rendimiento de las cepas de algas, reducir la energía para procesar la biomasa y abaratar el costo total son focos de investigación actual. Algunos proyectos piloto demuestran su viabilidad técnica, pero competir con los plásticos derivados del petróleo, que tienen una infraestructura madura y costes muy bajos, requiere más desarrollo. La clave puede estar en integrar este proceso con el tratamiento de aguas residuales, donde las algas limpian el agua mientras producen biomasa, o en valorizar todos los componentes de la célula para generar ingresos adicionales.
Así que, mientras algunos buscan enterrar el CO2 bajo tierra, otros prefieren convertirlo en una taza que luego puedes enterrar en el compost... y el ciclo se repite.
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