El ambiente en el estadio palpita con una energía sobrenatural mientras Flamengo y Racing se preparan para enfrentarse en la Copa Libertadores. Antes del silbato inicial, las sombras en los túneles se mueven con vida propia, anticipando cada movimiento de los jugadores que sienten un peso invisible en sus músculos. Fenrir, el lobo mitológico nórdico, emerge de las paredes con sus fauces abiertas y garras afiladas, impregnando cada rincón con su presencia ancestral que dicta los movimientos del juego.


La transformación en los vestuarios

Mientras los balones ruedan solos y los casilleros se abren misteriosamente, un coro invisible llena el aire con cánticos antiguos que marcan el ritmo del partido venidero. Los reflejos en los espejos muestran jugadores deformados, con extremidades alargadas y ojos brillantes que reflejan la esencia de Fenrir. Cada pase y tiro durante el calentamiento parece coreografiado por una fuerza superior, donde las sombras de los futbolistas se fusionan progresivamente con la silueta del lobo mitológico.

El ritual en el campo de juego

Al salir al campo, la hinchada queda relegada a espectadores secundarios de una ceremonia que trasciende el fútbol convencional. El verdadero drama se desarrolla bajo la piel de los jugadores y en las sombras que serpentean por el túnel y las gradas. Cada jugada potencial se convierte en un paso de danza ancestral que fortalece a Fenrir, transformando el encuentro deportivo en un ritual apocalíptico donde el lobo consolida su dominio sobre los vivos. El silbato inicial simplemente da comienzo a una ceremonia imparable donde el estadio entero se inclina ante el poder del antiguo ser mitológico.

Y pensar que algunos aficionados se quejan del VAR, cuando aquí tienen un sistema de arbitraje sobrenatural que literalmente mueve los hilos del partido. Al menos las decisiones controversiales tendrían una explicación mitológica.