Ayer le comenté a un amigo cómo me parece que están estructuradas las clases en, creo, la mayoría de los países del mundo. Dijo que le parecía un buen resumen así que, os lo cuento.
Se podría decir que existen tres tipos de clases:
los ricos, la clase media y los pobres. Y es muy cierto, aunque ha cada una de ellas la podríamos llamar de varias formas adicionales.
El pobre es, en mi opinión, el que es pobre de verdad. No el que no llega a fin de mes, sino al que le falta alimento y cobijo. En los países más o menos desarrollados no es un gran porcentaje de población, más bien pequeño. Aquí, por ejemplo, en España, incluso la gente que ha perdido el trabajo y su casa, podrían sentirse más dichosos, incluso afortunados, si antes hubieran vivido las penurias del hambre y el frío. Con tener una familia que da amor y extiende la mano cuando se la pedimos (si no está privada de lo esencial), podríamos decir que no entramos dentro de esta categoría.
La clase media sería la vasta mayoría, la clase más extendida con gran diferencia en países como los europeos, pero me atrevería a decir que en todo el mundo sin excepción. Empieza donde las necesidades fundamentales del ser están cubiertas, y tiene un larguísimo recorrido hasta los ricos. Pero ojo, ¿quién es rico, a partir de cuantos millones a uno se le puede considerar rico? ¿creen que cristiano Ronaldo entra dentro de este grupo? Para delimitar estos dos grupos habría que tratarles en conjunto, ya que en ciertos aspectos tienen similitudes.
Así a ojo, aproximadamente el 90% de la población somos de esa clase media. Aunque no estéis de acuerdo, es cuestión de definición, por ello dije más arriba que las tres clases se pueden denominar de diferentes formas. A quien no le parece razonable que ha una familia con dos chalets y cuatro coches de alta gama (e incluso un yate) se la considere clase media, les puede llamar ricachuelos o millonarios o lo que quiera. La clase más alta, el rico, si aceptamos esta clasificación (nunca mejor dicho) de tres, sería el poder. El poder es una clase social que no necesita de dinero, porque tiene el poder. Esto es lo que debería significar ser rico, tanto que las cifras ya no importan, ¿para qué si el poder está muy por encima de unas notas impresas?
El por que de esta clasificación y que tiene que ver con el tema, a continuación. Hay un grupo, el más desfavorecido y que recae en nuestras conciencias, que es el pobre, cuya preocupación primordial son las necesidades básicas de cada ser vivo, mucho más que el dinero*. Luego estamos todos los demás, que literalmente competimos para conseguir dinero, no por el mismo dinero, pero vamos a por el siempre que podemos. Nos instruimos, al igual que nuestros ancestros en la caza para el sustento de la familia, para obtener dinero, que aparte del sustento, abre muchas otras puertas más. Y el tercero como dije, los verdaderamente ricos (léase el poder), cuyo objetivo es hacer algo en algún momento del espacio/tiempo (por no entrar en detalles de cosas buenas y malas hechas y por hacer).
*alguien puede decir que esto no tiene sentido porque precisamente el dinero cubre todas las necesidades. Pero mi enfoque es que cuando una persona tiene hambre, no piensa en billetes sino en una comida caliente.
Pensando sobre esto, habría que sacar algo para entender o justificar el actual orden de las cosas en el mundo. La clave está en la masa, esa clase media que somos la gran mayoría, gracias a que el mundo es muy abundante y la naturalza muy generosa. Pero por desgracia y porque así lo hemos querido, somos un grupo gravemente dispar, individualizados, desconfiados. Unos tememos a los otros. Jugamos a este juego sucio donde ya no vale llorar por los que se quedan en el camino, y lo único que importa es el yo (y lo mío). Uno lo ve natural, el otro siempre se queja, algunos pasan olímpicamente y dedican su vida al hedonismo, ya que es muy corta la verdad. Estamos más divididos de lo que podemos imaginar, y el resultado es una democracia que año tras año defrauda. Pero ojo, hace alguna década se vivía bien dirá alguno, y seguramente es uno que no ha pasado hambre. Puede que sea uno que se conforme con su triste mediocridad (que, lejos de desprestigiar, puede ser otro mundo agradable y respetable por sí mismo). Pero el resumen es que, siempre es lo mismo, y todas las promesas de bienestar social colectivo es paja y niebla para los ojos. Así, a diferentes escalas
dentro de la clase media tenemos de todo: gente al margen de la pobreza descontenta (y alguno feliz, aunque parezca imposible), gente que vive desahogada feliz y descontenta, gente con millones en las cuentas bancarias feliz (y alguno descontento, aunque parezca imposible).
La fuerza bruta, el motor de esta sociedad, y el verdadero poder somos todos, o prácticamente todos, pero ni lo sabemos, ni esa es nuestra batalla. Aunque nos aprieten las tuercas hasta ahogarnos, aunque todo de golpe se vuelva carísimo y el alimento sea un lujo - Me temo que no vamos a cambiar, ya que siempre habrá otro contrapeso en la balanza, y son los que, felices de estar donde están, no quieran ningún cambio, entre otras cosas, porque supondría una pérdida de la calidad de vida tan ansiada. Si hay una revolución y derrocamos al malo, obtendremos el dulce sabor de la falsa victoria, ya que pasadas unas décadas, todo volverá a rodar como siempre ha hecho a través de los tiempos.
Por ello no creo en nadie. No me fío de la publicidad ni anuncios falsos de bienestar, ni promesas de partidos políticos, ni en la vida del consumo excesivo como sinónimo de una vida feliz. No me fío ni de vosotros, a pesar de confiaros mis pensamientos más íntimos. Debería hacerlo, y deberíamos hacerlo todos. Pero no es nuestra batalla.
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