Una instalación artística reciente presenta perros robóticos que llevan rostros humanos generados por inteligencia artificial. Esta fusión de tecnología y figura biológica produce un resultado que muchos espectadores describen como extraño y perturbador. La obra explora los límites entre lo orgánico y lo sintético, y cuestiona cómo percibimos la identidad en una era de máquinas avanzadas.


La técnica fusiona robótica y generación de rostros

El proyecto utiliza plataformas robóticas cuadrúpedas comerciales, similares a las que desarrollan algunas empresas tecnológicas. Sobre estos cuerpos mecánicos, se proyectan o muestran rostros humanos hiperrealistas creados por sistemas de IA generativa. Estos rostros pueden expresar emociones básicas y seguir con la mirada, lo que intensifica la sensación de extrañeza. La instalación no busca parecer natural, sino resaltar la disonancia visual y conceptual.

La reacción del público mezcla fascinación y inquietud

Los visitantes que experimentan la instalación reportan una mezcla de curiosidad y malestar. El fenómeno conocido como uncanny valley o valle inquietante se activa con fuerza, ya que las figuras se mueven con la agilidad mecánica de un robot pero muestran rasgos faciales humanos casi convincentes. Esto provoca una respuesta emocional contradictoria, donde el cerebro lucha por categorizar lo que ve. La obra sirve como un punto de partida para debatir sobre la ética de la IA y la futura integración de la robótica en la sociedad.

No es el paseo de perros más convencional, pero sin duda es uno que hace que la gente se detenga a pensar, y posiblemente a revisar dos veces lo que acaba de ver.