Las garantías de por vida suenan como el sueño de cualquier comprador, prometiendo una cobertura eterna que tranquiliza al instante. Sin embargo, al leer la letra pequeña, descubrimos que esa promesa se limita a defectos muy específicos, dejando fuera la mayoría de los problemas comunes que podrían surgir con el uso diario. Además, el cliente suele asumir los costes de envío para la sustitución, lo que añade un gasto inesperado a lo que parecía una oferta perfecta.


Los límites ocultos de la cobertura

Estas garantías suelen excluir desgastes normales, daños por mal uso o incluso fallos que no sean de fabricación, reduciendo significativamente su utilidad práctica. Lo que en teoría debería cubrir cualquier problema, en la práctica solo se aplica a situaciones muy concretas y a menudo irrelevantes para el usuario promedio. Esto convierte la garantía en un reclamo publicitario más que en una protección real.

El coste oculto del envío

Aunque el producto se reemplace sin cargo, el cliente debe pagar por enviar el artículo defectuoso, lo que puede ser costoso dependiendo del tamaño y peso. Este detalle no se menciona prominentemente en la publicidad, generando frustración y sensación de engaño. Al final, lo que parecía un beneficio se transforma en un gasto adicional disfrazado.

Así que, si compras algo con garantía de por vida, prepárate para pagar el viaje de ida y vuelta de tu producto, porque la vida eterna no incluye el transporte gratuito.