La catedral de Murcia presenta una fachada barroca imponente que cautiva a quienes la contemplan. A su lado se alza una majestuosa torre campanario de 93 metros, un símbolo reconocible de la ciudad. Sin embargo, pocos saben que el diseño original incluía una segunda torre gemela, creando una simetría perfecta que nunca llegó a materializarse. Esta ausencia otorga a la construcción un carácter único, aunque inacabado, que ha perdurado a través de los siglos.


El proyecto arquitectónico original

Los planos iniciales de la catedral contemplaban dos torres idénticas flanqueando la fachada principal, siguiendo la tradición de las grandes catedrales europeas. Esta configuración buscaba equilibrar visualmente el conjunto y reforzar su grandiosidad. No obstante, diversos factores, entre ellos limitaciones económicas y cambios en las prioridades constructivas, hicieron que solo una de las torres se llevara a cabo. Como resultado, la estructura quedó permanentemente asimétrica, un detalle que hoy forma parte esencial de su identidad.

La torre que nunca existió

La torre faltante ha generado numerosas especulaciones y teorías a lo largo del tiempo. Algunos historiadores sugieren que su construcción se pospuso indefinidamente debido a la inestabilidad del terreno, mientras que otros apuntan a que los recursos se destinaron a otras partes del edificio. Lo cierto es que, a pesar de los intentos posteriores por completar el diseño, la segunda torre jamás se erigió. Esta circunstancia ha convertido a la catedral en un ejemplo fascinante de cómo los imprevistos pueden alterar la visión de un arquitecto y dar lugar a algo inesperadamente distintivo.

A veces lo que falta define mejor un lugar que lo que está presente, como si la torre invisible fuera tan real como la que se ve.