Esta es la historia:
Un señor tenía un gran terreno, enorme, pero estaba muy descuidado. Encargó a uno de sus hijos que le quitara las malas hierbas. El hijo, a regañadientes, aceptó el trabajo, pensando que allí, en la finca, su padre le dejaría en paz.
Todos los días, el gañan, que, por cierto, no era muy trabajador, vamos que era un vago de siete suelas, se levantaba tarde y se iba para la finca. Llevaba un azadón y una manta. Como llegaba tarde, casi al mediodía, empezaba ya a pegar fuerte el calor.
Además, el terreno era gran. Y claro, al verlo, se desmoralizaba. Cogía la manta, la extendía debajo de un árbol, y se echaba la siesta.
Así, día tras día.
Su padre le preguntaba de vez en cuando por el trabajo.
Papa, es que la finca es grandísima, no voy a acabar nunca.
A ver, hijo, cuando llegas, tú coges la manta y la extiendes para dormir la siesta, no te pido que termines de cavar la finca mañana, ni pasado, ni el otro. Solo quiero que vayas al ritmo que quieras.
Te propongo un truco. Antes de dormir la siesta, trabaja solo el sitio en el que está la manta. Al día siguiente, cambia la manta a otro lado, y trabaja solo ese lugar. Ve a manta por día. Así, al menos, haces una manta cada día.
El hijo, lo vio fácil, una manta cada día no era mucho.
Pues bien, pasó el tiempo. Al cabo de muchos días, y muchas siestas, el terreno completo estuvo terminado.
El hijo no se había agobiado con la globalidad del trabajo.
Papa, manta a manta, la finca no es tanta.
Esa es la historia de la manta y la finca, en realidad es un cuento muy viejo.
¿Recordáis a momo y a su beppo barrendero?
Cito el libro de ende, el pasaje es genial, y mejor escrito que mi historia:
Cuando beppo barría las calles, lo hacía despaciosamente, pero constancia. Mientras iba barriendo, con la calle sucia ante sí y limpia detrás de sí, se le iban ocurriendo multitud de pensamientos, que luego le explicaba a su amiga momo:
-Ves, momo, a veces tienes ante ti una calle que te parece terriblemente larga que nunca podrás terminar de barrer. Entonces te empiezas a dar prisa, cada vez más prisa.
Cada vez que levantas la vista, ves que la calle sigue igual de larga. Y te esfuerzas más aún, empiezas a tener miedo, al final te has quedado sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer. Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes?
Hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida.
Entonces es divertido: eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea.
Y así ha de ser.
De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta de cómo ha sido, y no se queda sin aliento.
Eso es importante.