Una tienda online con un diseño profesional vende el último gadget de moda en redes sociales. Promete un precio atractivo y un envío rápido para captar la atención del comprador. Sin embargo, esta operación suele esconder un modelo de negocio problemático.


La tienda no almacena los productos que vende

La tienda actúa como un mero intermediario. No tiene stock físico de los artículos. Cuando un cliente compra, la tienda reenvía el pedido a un proveedor en Asia, como AliExpress. El vendedor marca el producto con un gran margen de beneficio, pero no controla la logística ni la calidad del envío.

El cliente recibe un producto diferente al anunciado

El plazo de entrega se extiende durante semanas o incluso meses. El producto que llega suele tener una calidad muy inferior a la mostrada en las fotos o los vídeos promocionales. Los materiales son baratos y el funcionamiento no coincide con lo descrito. Si el cliente intenta devolverlo, se enfrenta a un proceso casi imposible, con costes de envío internacional prohibitivos o políticas que no lo permiten.

Así que recibes un paquete dos meses después, cuando ya ni te acordabas de haberlo comprado, y el gadget viral resulta ser un triste juguete de plástico que ni siquiera enciende.