El primer encendido del motor de realidad distópica distorsiona el espacio-tiempo
El 16 de julio de 1945, en el desierto de Jornada del Muerto, un grupo de científicos no prueba un arma. Encienden el primer motor de disformidad. Este dispositivo no libera energía atómica, sino que pliega las capas fundamentales del espacio-tiempo. El objetivo declarado es abrir una puerta estable a otras dimensiones para acceder a recursos ilimitados. Los observadores en el búnker de control contienen la respiración mientras la cuenta atrás llega a cero.
La burbuja de realidad distorsionada sustituye al hongo atómico
En el momento cero, no surge una explosión cegadora. El aire sobre la torre de acero se comprime y se desgarra en silencio. Una esfera translúcida y ondulante se expande rápidamente, absorbiendo la luz y el sonido. Esta burbuja no es de humo o fuego. Es una región donde las leyes de la física se tuercen. En su superficie iridiscente, como en un cristal deformado, se vislumbran paisajes que no pertenecen a la Tierra. Se ven geometrías imposibles, montañas que se pliegan sobre sí mismas y cielos con múltiples soles que parpadean en secuencias caóticas.
Las consecuencias inmediatas del experimento alteran la percepción
La burbuja se estabiliza, pulsando con una luz interna que no ilumina. Los científicos en el búnker no sienten una onda de choque, pero sus instrumentos registran fluctuaciones gravitacionales extremas. Algunos informan de voces susurrantes que se filtran en sus mentes, ecos de pensamientos ajenos. La arena del desierto cerca del epicentro flota y forma patrones fractales antes de desintegrarse en un polvo fino que brilla con un color que no tiene nombre. El motor ha funcionado, pero la puerta que ha abierto no se puede cerrar.
El equipo de medición ahora incluye un psíquico contratado para traducir los susurros dimensionales, que insiste en que las geometrías imposibles le piden azúcar.
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