Una empresa lanza una actualización de firmware que introduce errores, elimina funciones o empeora cómo funciona el dispositivo. El usuario, al intentar volver a una versión anterior y estable, descubre que no puede. El gestor de arranque o bootloader ha sido modificado para impedir instalar versiones antiguas, una práctica que se conoce como prevención de downgrade. Esto deja al usuario atrapado con un producto que ya no funciona como esperaba, una situación que algunos denominan bricking por software, ya que el dispositivo se vuelve tan útil como un ladrillo.


Cómo funciona la prevención de downgrade

El sistema verifica el número de versión del firmware que se intenta instalar. Si este número es menor que el de la versión actualmente en ejecución, el bootloader rechaza la operación y aborta el proceso. Algunas implementaciones más estrictas incluso borran las claves de firma digital de versiones anteriores, lo que hace imposible autenticar software legítimo pero antiguo. El usuario final no tiene control sobre este proceso, que se ejecuta de forma transparente y automática.

Las motivaciones detrás de esta práctica

Los fabricantes argumentan que esto protege la seguridad del dispositivo, evitando que se retroceda a versiones con vulnerabilidades conocidas. También aseguran que garantiza la estabilidad del sistema, previniendo conflictos con hardware nuevo. Sin embargo, muchos usuarios y defensores del derecho a reparar ven esto como una forma de forzar la obsolescencia programada o de controlar estrictamente el ecosistema del producto. Impedir revertir cambios impopulares o defectuosos transfiere todo el riesgo de actualizar al propietario del dispositivo.

Así que tu dispositivo recibe una mejora que lo empeora, y la única salida que te ofrecen es comprar uno nuevo. La innovación, a veces, consiste en encontrar nuevas formas de decir no es un error, es una característica.