La Unión Europea comienza a cobrar un arancel de tres euros por cada paquete de bajo coste que ingresa en su mercado. Esta medida afecta a los envíos con un valor inferior a 150 euros que provengan de fuera de la UE. El objetivo declarado es equilibrar la competencia con las empresas europeas, que deben cumplir con normativas más estrictas. La nueva tasa se aplica desde hoy y la recaudan los operadores postales y las empresas de mensajería.


Las empresas prevén trasladar el coste a los precios finales

Los analistas y las propias compañías de comercio electrónico anticipan que este gasto extra se reflejará en los precios que pagan los consumidores. Plataformas que venden productos de bajo valor, como moda rápida o accesorios tecnológicos, son las más expuestas. Para mantener sus márgenes, es probable que incrementen el precio de los artículos o que unifiquen los gastos de envío. Esto podría reducir la ventaja competitiva que tenían estos envíos internacionales.

El impacto se extiende a vendedores y compradores habituales

La medida no solo afecta a las grandes plataformas, sino también a vendedores individuales y a compradores que importan artículos de nicho o repuestos. Quienes compran con frecuencia pequeños lotes de componentes electrónicos o material creativo desde fuera de la UE verán aumentar su coste total. El sector advierte que esto puede frenar la innovación y encarecer proyectos de pequeña escala, al dificultar el acceso a ciertos materiales.

Ahora, esperar ese paquete de cables o sensores que costaba cinco euros con envío incluido tendrá un nuevo impuesto indirecto: el de la paciencia, mientras se decide si aún vale la pena pedirlo.

Esto me recuerda la frase de doña Fina: ! Apagar, apagar!