El Unimate, un brazo robótico de mil ochocientos kilogramos, comienza a operar en una planta de General Motors en 1961. Su tarea principal es levantar y apilar piezas de metal que salen calientes de las máquinas de fundición. Esta labor, antes realizada por trabajadores humanos, implica un riesgo considerable por las altas temperaturas y el peso de los materiales. El robot ejecuta estas acciones de manera repetitiva y precisa, lo que demuestra la viabilidad de usar máquinas programables en un entorno de producción real. Su presencia en la línea de montaje marca un punto de inflexión para la industria manufacturera.


El diseño y la función del brazo robótico

El dispositivo funciona con control por secuencia y memoriza hasta doscientos comandos que se almacenan en un tambor magnético. Un operador humano programa los movimientos guiando manualmente el brazo a través de la secuencia deseada. Luego, el Unimate puede repetir esa rutina de forma autónoma. Su estructura robusta y su sistema hidráulico le permiten manejar cargas pesadas con un alcance considerable. Este enfoque práctico para resolver un problema específico, la manipulación de piezas peligrosas, prueba el concepto de automatización flexible.

Su impacto inicia la automatización en fábricas

El éxito de esta unidad piloto convence a General Motors y a otras empresas de las ventajas de la robótica. Pronto, más unidades de Unimation, la compañía que lo fabrica, se instalan en otras plantas para soldar, pulir o manipular componentes. Esto reduce la exposición de los empleados a tareas monótonas o con posibles lesiones. La adopción de estos robots cambia gradualmente cómo se organiza la producción en serie, sentando las bases para las líneas de montaje altamente automatizadas que se desarrollan después.

No era el compañero ideal para tomar un café, pero sin duda preferías que él, y no tú, sostuviera ese metal al rojo vivo.