Esta técnica explora un canal sensorial diferente para crear. Colocas un objeto dentro de una caja o lo cubres con una tela. El ejercicio consiste en no mirarlo. Usas tu mano no dominante para explorar el objeto, percibiendo su forma, sus bordes, su textura y su temperatura. Mientras una mano toca, la otra, la dominante, intenta traducir esa información táctil en líneas sobre el papel. El cerebro debe procesar datos que normalmente ignora, creando un puente directo entre la sensación física y la expresión gráfica.
La mano que siente guía a la mano que dibuja
El proceso separa las funciones de cada mano para forzar una nueva forma de percibir. La mano no dominante se dedica solo a recoger información: ¿es el objeto pesado o ligero? ¿Tiene aristas afiladas o curvas suaves? ¿Su superficie es lisa, rugosa o tiene detalles grabados? La mano dominante, privada de su guía visual habitual, responde a estas señales. Los trazos pueden volverse más lentos, más deliberados o sorprendentemente expresivos, ya que representan una impresión pura, sin la corrección constante de los ojos.
Este método entrena la percepción espacial
Al dibujar de esta manera, ejercitas tu capacidad para visualizar objetos en tres dimensiones usando solo el tacto. Te obliga a construir una imagen mental paso a paso, uniendo las sensaciones fragmentarias que tus dedos recogen. No se trata de lograr un dibujo perfectamente realista, sino de capturar la esencia táctil del objeto. El resultado final a menudo revela una interpretación abstracta o simplificada, cargada de la energía y la curiosidad del descubrimiento. Es un recordatorio de que podemos percibir el mundo de muchas maneras.
Un consejo práctico: elige un objeto con textura interesante, como una piña o un trozo de corteza, y evita cosas demasiado simples como una pelota lisa, o tu dibujo podría ser tan aburrido como sentir una piedra en el zapato.
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