Un equipo de investigadores en China presenta un dispositivo que puede medir cuánto pica un alimento. Este sistema, al que llaman lengua artificial, detecta y cuantifica la capsaicina, que es el compuesto que hace que los chiles y otros alimentos quemen. La tecnología emplea sensores bioinspirados que imitan cómo las papilas gustativas humanas perciben este estímulo químico. El objetivo es ofrecer una medida objetiva y repetible, algo que los paneles de catadores humanos no siempre pueden garantizar debido a la subjetividad y la fatiga sensorial.


El dispositivo funciona con sensores biomiméticos

La lengua artificial no es un órgano, sino un sistema de análisis. Integra una matriz de sensores electroquímicos recubiertos con materiales que simulan las membranas celulares de las papilas gustativas. Cuando una muestra de alimento entra en contacto con estos sensores, la capsaicina se une a ellos y genera una señal eléctrica. Un algoritmo procesa esta señal y la traduce a una puntuación en la escala Scoville, que es el estándar para medir el picante. Este proceso tarda solo unos minutos y puede analizar múltiples muestras de forma consecutiva sin que su sensibilidad disminuya.

Sus aplicaciones van más allá de la cocina

Aunque su uso más directo es en la industria alimentaria para controlar la calidad y uniformidad de salsas, condimentos y productos procesados, sus desarrolladores ven más potencial. En farmacología, podría servir para analizar fármacos que contienen capsaicina para tratar el dolor. En seguridad alimentaria, ayudaría a detectar adulteraciones o contaminaciones cruzadas en líneas de producción. El equipo también explora adaptar la tecnología para detectar otros compuestos amargos o astringentes, ampliando su utilidad.

Quizás el mayor reto para este invento no sea técnico, sino conseguir que los amantes del picante extremo confíen más en un chip que en la experiencia directa y sudorosa de probar un habanero.