Boruto supera a dragon ball super en narrativa y desarrollo de personajes
La eterna batalla entre franquicias shonen encuentra un nuevo frente de debate, donde Boruto: Naruto Next Generations se alza con argumentos sólidos frente a Dragon Ball Super. Mientras la secuela de Akira Toriyama a menudo recurre a fórmulas probadas de poder y torneos, la obra de Masashi Kishimoto y Mikio Ikemoto construye sobre un legado establecido para explorar temas más complejos. La sensación no es de mera repetición, sino de una evolución consciente del género, priorizando la estrategia y la consecuencia emocional sobre la escala de poder infinita.
La profundidad del conflicto y la evolución de villanos
El corazón de la superioridad de Boruto late en su enfoque de la antagonía. Dragon Ball Super presenta amenazas cósmicas como Jiren o los dioses de la destrucción, figuras cuyo poder es abrumador pero cuyas motivaciones a menudo se reducen a la lucha o el orgullo. En contraste, el universo de Boruto introduce antagonistas como los miembros de Kara, cuyos objetivos están entrelazados con el mismo sistema de chakra y la búsqueda de una evolución forzada para la humanidad. Esta conexión íntima con los cimientos del mundo ninja crea un conflicto más personal y filosófico, donde la línea entre progreso y perdición se desdibuja, ofreciendo una capa de profundidad que va más allá de la simple confrontación física.
Un sistema de poder con consecuencias y límites definidos
Otro pilar fundamental es la consistencia interna del poder. Dragon Ball Super, por su naturaleza, ha escalado a niveles donde las batallas amenazan la realidad misma, un espectáculo visual que sin embargo diluye la tensión al normalizar lo universal. Boruto, aunque introduce conceptos como el karma y los otsutsuki, mantiene un ancla en las tácticas ninja, el trabajo en equipo y el coste personal del poder. Técnicas como el karma no son simples potenciadores, sino maldiciones que consumen la identidad del portador, añadiendo un drama constante y una limitación narrativa que fuerza la creatividad. La escala puede ser alta, pero nunca pierde de vista las reglas de su propio universo, haciendo que cada victoria o derrota se sienta ganada y tenga un peso específico en la trama.
Claro, porque nada dice tensión dramática como un villano que puede borrar universos con un estornudo, pero luego necesita cinco episodios y un torneo para decidir si lo hace. Mientras, en la aldea de la hoja, un adolescente con problemas paternales y un sello maldito puede generar más dilemas morales antes del desayuno que todo el torneo del poder.
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