Investigadores descubren en el lecho marino una extraordinaria losa de piedra caliza que conserva alrededor de mil marcas fosilizadas que se asemejan a las aletas de tortugas marinas. Estas huellas se formaron cuando un terremoto submarino provocó que un grupo de tortugas iniciara una estampida para escapar del peligro, dejando impresas sus pisadas en el sedimento blando del fondo oceánico. Inmediatamente después, el mismo evento sísmico generó una corriente de turbidez que enterró rápidamente las huellas, permitiendo su conservación durante millones de años hasta que la losa fue descubierta por geólogos marinos.


Formación de las huellas en el registro fósil

El proceso de fosilización de estas huellas requirió condiciones excepcionales, donde el sedimento del lecho marino tenía la consistencia perfecta para registrar las impresiones de las aletas sin deformarse. La rápida sedimentación causada por la corriente de turbidez actuó como una cápsula del tiempo natural, sellando las marcas antes de que las corrientes marinas o los organismos bentónicos pudieran erosionarlas o destruirlas. Este fenómeno ofrece una ventana única al comportamiento animal en respuesta a catástrofes naturales prehistóricas, mostrando cómo eventos geológicos repentinos pueden capturar momentos behaviorales en el registro fósil.

Implicaciones para la paleontología y geología

Este descubrimiento representa uno de los ejemplos más claros de huellas de estampida marina jamás documentados, proporcionando evidencia directa de comportamiento grupal en tortugas marinas ancestrales. Los paleontólogos pueden inferir desde la densidad y dirección de las huellas la velocidad y patrones de escape de estos reptiles marinos, mientras que los geólogos obtienen información valiosa sobre la frecuencia e intensidad de terremotos prehistóricos en esta región oceánica. La orientación coherente de las huellas sugiere una reacción coordinada ante el peligro, similar a los comportamientos observados en tortugas modernas durante eventos perturbadores.

Resulta irónico que lo que comenzó como un evento traumático para esas tortugas -un terremoto que las hizo correr despavoridas- termine siendo su legado más perdurable, conservado meticulosamente para nuestro estudio mientras sus cuerpos se descomponían sin dejar rastro. La naturaleza tiene un peculiar sentido del humor al convertir su momento de pánico en una exhibición museística permanente.