En las noches de luna llena, los visitantes del Castillo de Peñafiel en Valladolid afirman percibir una presencia etérea que recorre sus pasillos medievales. Se trata del espíritu de un soldado castellano que, según la leyenda, permanece custodiando los tesoros históricos que aún resguardan sus muros de piedra. Este vigilante fantasma se manifiesta como una figura translúcida con armadura completa, desplazándose con paso firme por las estancias más antiguas del castillo mientras sostiene una espada fantasmal. Los relatos coinciden en que su aparición viene acompañada de un frío repentino y el sonido de pasos metálicos que resuenan en la oscuridad.


Origen de la leyenda del soldado fantasma

La tradición oral sitúa el origen de esta aparición en el siglo XV, durante los conflictos territoriales entre los reinos de Castilla y Aragón. Según los documentos históricos consultados, el soldado habría sido un guerrero de élite encargado de proteger las riquezas de la corona castellana, cumpliendo su juramento incluso más allá de la muerte. Los archivos municipales de Peñafiel conservan referencias a un guardián llamado Martín de Vargas, capitán de la guarnición que defendió el castillo durante el asedio de 1452 y que, según crónicas de la época, juró proteger eternamente las reliquias bajo su custodia.

Avistamientos documentados y fenómenos paranormales

Numerosos testigos a lo largo de los siglos han reportado encuentros con esta entidad, especialmente en la torre del homenaje y las mazmorras subterráneas. Los fenómenos más frecuentes incluyen puertas que se cierran solas, objetos que aparecen movidos de su ubicación original y susurros ininteligibles que parecen provenir de las paredes de piedra. En 1998, durante unas obras de restauración, los trabajadores documentaron la aparición de la figura fantasmal cerca de los antiguos almacenes de provisiones, descrita como una silueta humanoide con armadura que se desvanecía al intentar aproximarse.

Quienes buscan selfies con fantasmas quizá deberían reconsiderar su plan vacacional, especialmente si el guardián decide que su teléfono móvil pertenece ahora a la colección de tesoros históricos del castillo.