El monje sin rostro y su eterna penitencia en Burgos
		
		
				
					
					
				
				
					
				
		
			
				
					Los pasillos del monasterio de Burgos respiran con el eco de pisadas que no deberían existir. Cada noche, cuando la luna se filtra a través de los vitrales rotos, una silueta encapuchada se desliza entre las sombras, su rostro completamente liso como mármol pulido. Los monjes que aún habitan el lugar cierran sus celdas con triple cerrojo, sabiendo que el aire se espesa cuando la entidad se acerca. Rezan en susurros, pero sus plegarias se ahogan en la garganta cuando escuchan el crujido de la madera antigua bajo pies invisibles.
La maldición de la carne perdida
Nadie recuerda su nombre original, solo la leyenda que corre por los claustros como un veneno. Cuentan que hace tres siglos, el hermano Mateo intentó tallar el rostro de Dios en la piedra, pero en su arrogancia creó una imagen tan grotesca que la piedra sangró durante siete días. Como castigo, su rostro se fundió como cera caliente, dejando solo una superficie lisa y pálida donde antes había ojos, nariz y boca. Ahora busca desesperadamente un rostro que robar, extendiendo sus largos dedos esqueléticos hacia cualquier alma viviente que se atreva a permanecer en los corredores después del toque de queda.
El ritual de la redención imposible
Cada madrugada, cuando los primeros pájaros callan repentinamente, se puede escuchar su penitencia en la capilla abandonada. No emite sonidos con la boca que no tiene, sino que su dolor resuena directamente en la mente de quienes duermen cerca. Los sueños se convierten en pesadillas de túnel infinito donde paredes de carne se cierran alrededor de uno. Algunos monjes han despertado con extraños rasguños en sus rostros, como si alguien hubiera intentado dibujar facciones sobre su piel durante la noche. Los más ancianos dicen que busca redimirse encontrando un rostro perfecto para ofrecer a Dios, pero cada intento lo deforma más, condenándolo a una búsqueda eterna.
Si escuchas pasos detrás de ti en el monasterio, no te vuelvas. Reza para que encuentre a otro primero. Después de todo, ¿qué es un rostro menos entre tantos creyentes?
				
			 
			
		 
			
				
			
				
			
			
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