Las estaciones de metro vacías guardan ecos de pasos que no deberían resonar en la madrugada. Entre los andenes desiertos y los túneles que se pierden en la oscuridad, una figura infantil se desliza con movimientos que no pertenecen a este mundo. Los pocos testigos que han cruzado su camino describen una muñeca de porcelana con ojos que parecen seguir cada movimiento, un vestido antiguo y manchado, y una sonrisa congelada que promete pesadillas eternas. Su aparición siempre precede a una sensación de frío repentino, como si la muerte misma respirara en tu nuca.


Los encuentros que marcan para siempre

Quienes han visto a La Muñeca del Metro coinciden en un detalle aterrador: nunca aparece directamente frente a ti, sino siempre en el límite de tu visión periférica. Primero escuchas un leve arrastrar de pies, luego una risa ahogada que parece venir de todas direcciones al mismo tiempo. Cuando por fin te atreves a girar la cabeza, la encuentras de pie junto a los asientos vacíos, observándote con esos ojos de cristal que reflejan tu propio terror. Algunos afirman haber visto cómo su boca se abría lentamente para susurrar palabras en un idioma que no reconocen pero que entienden perfectamente, mensajes sobre soledad eterna y compañía forzada.

La conexión con tragedias olvidadas

Las investigaciones no oficiales sugieren que este espíritu podría ser el de una niña que desapareció en la red de metro hace décadas, aunque los registros oficiales han sido convenientemente extraviados. Los trabajadores más antiguos susurran sobre un accidente ocurrido durante las obras de expansión, sobre una pequeña cuyo cuerpo nunca fue recuperado. Ahora vaga por las estaciones buscando compañía, arrastrando consigo el frío de la tierra y el peso del olvido. Cada vez que alguien reporta su aparición, los sistemas de seguridad fallan misteriosamente y las cámaras solo capturan sombras que se mueven contra las leyes de la física.

Quizás lo más terrorífico no es encontrarse con ella, sino darse cuenta de que te ha estado observando desde mucho antes de que la vieras, que esos ojos de porcelana han estado siguiendo tu rutina diaria, esperando el momento perfecto para hacerte saber que ya eres su compañero de viaje eterno.