En las sierras extremeñas de La Vera, una presencia femenina deambula entre robledos y gargantas desde hace siglos, convertida en el terror de caminantes nocturnos y pastores solitarios. La Serrana no es un fantasma convencional, sino una figura híbrida entre el mito pagano y la leyenda cristianizada, cuyo origen se remonta al medievo pero cuya vigencia perdura en la tradición oral de los pueblos serranos. Su aspecto varía según el relato: a veces aparece como una mujer de belleza sobrehumana vestida con harapos blancos, otras como una criatura espectral con ojos llameantes y uñas de fiera, siempre portando un arco o una honda con mortal precisión.


La tragedia que desencadenó la maldición

La versión más extendida narra cómo en el siglo XV una joven llamada Guiomar habitaba en la sierra de Gredos, prometida a un caballero que partió a la guerra. Cada atardecer subía al puerto para avistar su regreso, hasta que descubrió que su amado se había casado con otra mujer de mayor alcurnia. La traición sumió a la muchacha en una locura homicida: comenzó a acechar a viajeros y arrieros, atrayéndoles con su canto o su belleza para después darles muerte con su arco. La leyenda dice que llegó a acumular un centenar de víctimas antes de que los vecinos de Plasencia organizaran una batida para capturarla.

El eterno acecho en las montañas

Tras ser ajusticiada en la plaza mayor de Plasencia, el espíritu de Guiomar regresó a las montañas que habitó en vida, condenado a repetir eternamente su patrón de venganza. Los testimonios modernos describen encuentros con una figura femenina que surge de la niebla preguntando por su amado, para después perseguir a quien no sabe responder o intenta huir. Su presencia se anuncia con cantos lejanos, crujidos de ramas sin viento visible o el silbido de flechas invisibles. Los pocos que aseguran haber escapado cuentan cómo la figura se transforma gradualmente de mujer a espectro, con ojos vacíos y rasgos cada vez más bestiales conforme avanza la persecución.

Quienes conocen la leyenda evitan transitar de noche por el puerto de Honduras, especialmente durante luna llena, pues se dice que entonces La Serrana fortalece sus poderes. Irónicamente, los servicios de rescaste de montaña reciben más llamadas por excursionistas perdidos que huyen de supuestos avistamientos que por accidentes reales, demostrando que el mito sigue vivo cinco siglos después.