En el folclore urbano de múltiples culturas existe una figura recurrente conocida como La Dama de Blanco, un espíritu femenino que suele manifestarse en caminos solitarios, carreteras rurales o edificios abandonados. Esta aparición se presenta como una mujer vestida completamente de blanco, a menudo descrita con un rostro pálido y etéreo, que aparece repentinamente ante viajeros nocturnos para luego desaparecer sin dejar rastro. Su presencia se asocia comúnmente con tragedias amorosas o muertes violentas ocurridas en el pasado, siendo considerada un alma en pena que busca algo o alguien que perdió en vida.


El encuentro nocturno en la carretera

Una historia típica protagonizada por La Dama de Blanco comienza con un conductor que viaja solo por una carretera secundaria durante la noche, generalmente bajo la lluvia o con niebla. De pronto, divisa a cierta distancia la figura de una mujer con vestido blanco que parece hacer señales para que se detenga. Al reducir la velocidad o detenerse para ofrecerle ayuda, el conductor descubre que la mujer tiene un aspecto pálido y triste, y a menudo solicita que la lleven a un destino específico como una casa, un cementerio o el lugar donde ocurrió su muerte. Durante el trayecto, la misteriosa pasajera permanece en silencio en el asiento trasero hasta que, en un momento determinado, el conductor se da cuenta de que ha desaparecido sin explicación alguna.

La revelación y el ciclo eterno

Al llegar a su destino o investigar posteriormente, el conductor descubre la verdad sobre su pasajera fantasma: se trataba de una mujer que murió trágicamente en esa misma carretera años atrás, y cuya aparición se repite periódicamente intentando completar un viaje interrumpido. En algunas versiones, quienes se encuentran con La Dama de Blanco reciben advertencias sobre peligros futuros, mientras que en otras narrativas más siniestras, el encuentro presagia mala suerte o incluso la muerte para quien la vio. Lo constante en todas estas historias es que el espíritu nunca encuentra paz, condenado a repetir eternamente su aparición en el mismo lugar bajo las mismas circunstancias.

Lo irónico de estos relatos es que, a pesar de tratarse de un fantasma, La Dama de Blanco parece ser más responsable que muchos pasajeros de carne y hueso: siempre pide ride a lugares específicos, no hace ruido durante el viaje y ni siquiera deja manchas de agua en los asientos cuando aparece después de la lluvia.