La historia de Steinar Thyholdt, un joven noruego apasionado por los coches, demuestra que la creatividad puede desafiar cualquier límite económico. Sin poder adquirir un Lamborghini Aventador original, decidió fabricar uno desde cero, combinando materiales reciclados, piezas de segunda mano y componentes modificados de muebles de IKEA. Su garaje se convirtió en un taller artesanal donde la paciencia, la precisión y el ingenio reemplazaron la maquinaria industrial.


Del diseño a la estructura

Thyholdt comenzó su proyecto descargando planos y referencias tridimensionales del Lamborghini Aventador para obtener las proporciones exactas del vehículo. Sin contar con software profesional de diseño, se apoyó en medidas manuales, croquis y maquetas improvisadas para planificar cada pieza. Construyó primero una estructura de madera que sirvió como base del chasis, posteriormente reforzada con tubos metálicos soldados a mano. Este armazón fue el punto de partida para el resto de la carrocería.

Adaptar lo imposible con herramientas domésticas

El paso más complejo fue dar forma a las líneas del superdeportivo utilizando materiales económicos. El noruego desmontó muebles de IKEA, aprovechando sus tablones, bisagras y paneles de MDF para crear las superficies curvas del coche. Moldeó las piezas con calor, lijado y recubrimientos de fibra de vidrio, logrando una textura y rigidez similares a las de un vehículo real. Los faros, retrovisores y detalles del interior fueron replicados mediante impresión 3D y elementos reutilizados de otros automóviles.

Pintura, ensamblaje y detalle final

Una vez terminada la carrocería, aplicó pintura automotriz y barnices con acabado metalizado para lograr el característico brillo del Lamborghini Aventador. Los emblemas y logotipos fueron recreados a mano, y el interior recibió un tratamiento especial con vinilos y tapizados reciclados. Aunque el coche no alcanza el rendimiento de un motor V12, su nivel de detalle visual es tan alto que muchos lo confunden con el modelo original.

La ironía es que, mientras algunos sueñan con conducir un Lamborghini, Steinar prefirió construirlo, demostrando que la verdadera velocidad está en la imaginación.