Fermín López vive atrapado en un eco que solo él escucha tras su hat trick en el Clásico. Cada gol resonó como un latido que ahora deforma su realidad, susurrándole desde las sombras vacías del estadio.

El balón parece tener vida propia, buscándolo con obstinación mientras sus compañeros observan en silencio ese vínculo sobrenatural que se fortalece con cada celebración. En los entrenamientos siente cómo el césped se enfría a su paso, como si el campo mismo rechazara la presencia de lo que ha despertado.


El precio de la gloria

Detrás del marcador, entre las sombras de la grada vacía, Fermín distingue ahora una figura coronada por fuego azul con ojos vacíos como pozos. Las leyendas ibéricas nombran a esta entidad como Akerbeltz, el macho cabrío oscuro que concede poder y velocidad a cambio de fragmentos de alma en cada triunfo.

Desde aquel tercer gol, algunos testigos juran haber visto la silueta del animal en las sombras de sus celebraciones, mientras su voz parece doblarse y su sonrisa ya no encaja naturalmente en su rostro.

El próximo sacrificio

Lo que los aficionados celebran como hazaña deportiva es en realidad una invocación progresiva. El balón se adhiere a sus pies como si respirara, obediente a una fuerza que trasciende el fútbol, mientras la figura cornuda aguarda entre los asientos del Camp Nou vacío.

El próximo Clásico no será solo un partido, sino el escenario donde Fermín deberá pagar el precio acumulado por sus logros, completando un ritual que comenzó con tres gritos que todavía resuenan en su cabeza.

Quizás deberían incluir en su contrato cláusulas sobre posesiones demoníacas, porque ese rendimiento sobrenatural claramente incumple las leyes de la física y posiblemente varios tratados de teología.