Cuando hablamos de finales épicos, uno espera algo contundente, algo que cierre con fuerza. Pero The Immortal Thor número 25, el último número de la etapa de Al Ewing, más que una conclusión parece una pausa incómoda. El cómic toca temas potentes: la repetición infinita de la vida de Thor, atrapado en ciclos sin fin, como si fuera una simulación escrita por entidades más grandes que él… o por editores con calendario en mano.
A nivel narrativo, esta entrega se siente como un eslabón más de una cadena que no termina. En lugar de darnos un cierre a la altura del mito, nos ofrece un simple cambio de volumen y, claro, una nueva suscripción mensual. Los fans ya estamos acostumbrados, pero eso no lo hace menos frustrante.
El arte que no acaba de encajar
Uno de los problemas más evidentes es la falta de cohesión visual. La serie comenzó con una visión clara, pero el cambio de artistas con Jan Bazaldua al frente y Justin Greenwood como invitado en el final, rompe el tono. El estilo minimalista y con poca escala de Bazaldua no combina bien con los guiones densos y líricos de Ewing, que pedían algo más monumental. En cambio, Pasqual Ferry, que toma el relevo para la nueva etapa, sí parece entender esa épica visual, y al menos el epílogo ilusiona.
Los coloristas Matt Hollingsworth y Romulo Fajardo Jr. hacen lo posible por mantener una coherencia cromática, y el rotulista Joe Sabino sigue demostrando por qué es uno de los mejores en lo suyo, con efectos dinámicos y diálogos que fluyen muy bien.
Entre metacómic y marketing
Lo más curioso es que todo esto encaja temáticamente con lo que el propio cómic intenta decir: que las historias de superhéroes nunca terminan, que los personajes están condenados a revivir, recomenzar y rescribirse para siempre. Thor lo sabe, y nosotros también. Pero eso no quita que esta forma de publicar, con relanzamientos constantes, no deje de entorpecer las historias.
Y hablando de reencarnaciones eternas, este universo Marvel no parece tener miedo de reciclar una y otra vez. Ya van cuatro Captain America número1 en cinco años. Si esto fuera una escena en Blender, estaríamos viendo cómo se duplican capas y objetos sin borrar las anteriores… caos de nodos por todos lados.
Pese a sus altibajos, The Immortal Thor sigue siendo una lectura interesante, sobre todo por la ambición narrativa de Ewing. Pero no llega a lo que pudo ser. Es como un render que promete mucho en el viewport pero llega al final con clipping, texturas sin bakear y luces mal calibradas.
Eso sí, el martillo sigue cayendo, aunque sea sobre el mismo suelo una y otra vez. Y nosotros, como Thor, seguimos aquí, preguntándonos si el próximo número uno vendrá con al menos un archivo .blend más limpio.
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