La inteligencia organoide usa cerebros cultivados en laboratorio para procesar datos
La inteligencia organoide, o OI por sus siglas en inglés, es un campo emergente que investiga cómo usar tejido cerebral cultivado en laboratorio, conocido como organoide cerebral, para realizar tareas de computación. Estos grupos de células nerviosas, que no son cerebros completos pero replican algunas estructuras y funciones, pueden aprender y responder a estímulos eléctricos. Los científicos buscan entender cómo estas redes biológicas procesan información, lo que podría ofrecer una nueva vía para desarrollar sistemas de computación que imiten la eficiencia energética y la capacidad de aprendizaje del cerebro humano.
Los organoides cerebrales se cultivan a partir de células madre
Para crear estos mini cerebros, los investigadores parten de células madre humanas, que pueden convertirse en cualquier tipo de célula. En condiciones controladas, estas células se organizan para formar estructuras tridimensionales que recuerdan a regiones del cerebro en desarrollo. Estos organoides desarrollan neuronas activas que se conectan entre sí formando redes rudimentarias. Al conectar estos tejidos a interfaces electrónicas, los científicos pueden enviar señales y registrar cómo responde la red neuronal, estableciendo así un sistema híbrido biológico-electrónico.
Esta tecnología podría transformar cómo diseñamos la computación
El principal atractivo de la inteligencia organoide reside en su potencial para procesar información de un modo radicalmente distinto al de los chips de silicio. Los cerebros biológicos son excepcionalmente eficientes para tareas como reconocer patrones o aprender con pocos ejemplos. Si se logra dirigir y estabilizar la capacidad de computar de los organoides, podrían surgir sistemas especializados para, por ejemplo, modelar enfermedades neurológicas o controlar prótesis de forma más intuitiva. Sin embargo, el campo se enfrenta a retos éticos y técnicos considerables, como garantizar la viabilidad a largo plazo del tejido y abordar las implicaciones de usar material neural humano.
Quizás el mayor desafío ético no sea que estos mini cerebros aprendan a resolver problemas, sino que desarrollen una conciencia y empiecen a preguntarse por qué los mantienen en una placa de Petri procesando datos en lugar de dejarlos ver una serie en streaming.
|Agradecer cuando alguien te ayuda es de ser agradecido|