Los relojes atómicos ópticos redefinen la precisión del tiempo
La comunidad científica avanza hacia una nueva definición del segundo. Este cambio se basa en los relojes atómicos ópticos, dispositivos que miden el tiempo con una exactitud sin precedentes. Su estabilidad es tan alta que no se desfasarían ni un segundo en más de 30 mil millones de años, superando ampliamente a los relojes atómicos de cesio actuales que definen el segundo. Esta tecnología no solo es un hito en metrología, sino que también tiene aplicaciones prácticas inmediatas en sistemas como el GPS y en experimentos de física fundamental, donde medir con extrema precisión es crucial.
La tecnología óptica supera a los estándares de microondas
Estos relojes no usan microondas, como los actuales patrones atómicos, sino que emplean luz visible o cercana al infrarrojo. Atrapan y enfrían átomos como el iterbio o el estroncio con láseres en redes ópticas. Luego, otro láser muy estable probe la transición entre dos niveles de energía de estos átomos. La frecuencia de esta oscilación, mucho más alta que en los relojes de microondas, permite dividir el tiempo en intervalos más finos y, por tanto, medir con mayor resolución. Esto reduce la incertidumbre y los hace más estables a largo plazo.
Impacto en la navegación global y la investigación científica
Mejorar la precisión de los relojes que sincronizan los satélites GPS y Galileo permite determinar posiciones con una exactitud de centímetros, incluso milimétrica. En física, estos instrumentos pueden detectar ligerísimas variaciones en campos gravitatorios o probar si constantes fundamentales de la naturaleza cambian con el tiempo. Para adoptarlos como nuevo patrón, los metrólogos deben consensuar qué diseño de reloj óptico y qué elemento químico usarán como referencia, un proceso que aún lleva tiempo.
Con esta precisión, si un reloj así hubiera empezado a medir el tiempo en el Big Bang, hoy apenas habría acumulado un error de menos de un segundo. Eso hace que perder el autobús por unos segundos sea, comparativamente, un error colosal.
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