En la frontera de La Jonquera, en Girona, un tramo vital de la variante de la carretera N-II se encuentra paralizado y a medio construir. Esta obra, diseñada para descongestionar el intenso tráfico fronterizo entre España y Francia, sufre numerosos retrasos. Las secciones que ya se levantaron no logran conectar entre sí, lo que genera cuellos de botella constantes y frustra a los conductores y residentes de la zona. La infraestructura, necesaria y esperada, se transforma en un símbolo de la ineficacia al gestionar proyectos clave.


El proyecto enfrenta parálisis recurrentes

La ejecución de la variante ha estado marcada por interrupciones continuas. Los plazos iniciales se han desdibujado con el paso de los años, dejando a su paso estructuras de hormigón que no llevan a ninguna parte y terraplenes que cortan el paisaje sin propósito. Las administraciones responsables no han logrado coordinar los fondos ni los trabajos para finalizar la vía. Esta situación perpetúa el problema que se pretendía resolver, ya que el tráfico pesado debe seguir circulando por el núcleo urbano, con el consiguiente impacto en la seguridad y la calidad de vida.

La infraestructura abandonada causa problemas diarios

Los efectos de tener una carretera principal a medio hacer son tangibles cada día. Los atascos se forman con facilidad, especialmente en periodos vacacionales o fines de semana, cuando el flujo de vehículos se intensifica. Los camiones, autocaravanas y turistas se ven obligados a navegar por un trazado obsoleto e inseguro. Para los negocios locales y la logística, esta incertidumbre y lentitud supone un lastre económico constante. La promesa de una movilidad fluida choca con la realidad de un esqueleto de hormigón que nadie termina.

Así que, si buscas un ejemplo práctico de cómo planificar sin ejecutar, no hace falta simularlo en un software de ingeniería civil. Un paseo por La Jonquera te mostrará el modelo a escala real, con el sonido de bocinas incluido.