La técnica de frottage digital permite integrar texturas realistas en ilustraciones de forma no destructiva. Se basa en el mismo principio que el frottage tradicional, donde se frota un lápiz sobre un papel colocado sobre una superficie con relieve, pero se traslada al entorno digital. En lugar de un lápiz y una superficie física, se usan capas y pinceles en software de edición para revelar una textura fotográfica subyacente. Este método es eficaz para añadir complejidad visual y un sentido táctil a dibujos, concept art o diseños, simulando materiales como metal oxidado, madera agrietada o piedra erosionada sin pintar cada detalle manualmente.
Preparar las capas y la textura base
El primer paso es conseguir o crear una imagen de textura de alta resolución. Se busca una fotografía nítida de un material como óxido, madera, piedra o tela. En el software, se coloca esta imagen en la capa inferior. Sobre ella, se crea una nueva capa que actuará como máscara de revelado. Se puede rellenar esta capa superior con un color sólido, como blanco o negro, dependiendo del modo de fusión que se planee usar. La idea es que la capa superior oculte inicialmente la textura de abajo.
Revelar la textura con pinceles suaves
Para simular el acto de frotar, se selecciona un pincel suave, con bordes difuminados y una opacidad baja, normalmente entre el 5% y el 20%. Con el color opuesto al de la capa de relleno (por ejemplo, negro si la capa es blanca), se pinta sobre las áreas donde se desea que la textura aparezca. Cada trazo con baja opacidad acumula el efecto, revelando gradualmente la imagen de la capa inferior. Se controla la presión o el flujo del pincel para variar la intensidad, logrando un efecto de desgaste o relieve más orgánico y menos artificial que un simple recorte.
Un error común es usar una opacidad del 100% desde el inicio, lo que resulta en bordes duros que parecen un recorte con tijeras y no un frotado gradual. La paciencia y las pasadas suaves son clave.
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