Algunos fabricantes de electrónica de consumo usan tornillos con cabezas de diseño especial. Estos diseños, como el Pentalobe de Apple o el Tri-wing de Nintendo, no siguen un estándar industrial. El usuario no puede usar un destornillador común para abrir el dispositivo. Esta práctica crea una barrera física que limita quién puede acceder al interior.


La estrategia busca controlar el servicio técnico

El objetivo principal es controlar el mercado de reparaciones. Al dificultar el acceso, el fabricante dirige al usuario hacia sus propios canales autorizados. Esto suele encarecer el coste de mantener el producto. Para el consumidor, una reparación sencilla puede volverse poco viable económicamente. Muchos talleres independientes no invierten en herramientas para cada tipo de tornillo nuevo.

El resultado es una obsolescencia acelerada

Cuando una batería falla o se necesita limpiar un ventilador, la dificultad para abrir el aparato desincentiva reparar. El usuario puede optar por sustituir el dispositivo completo en lugar de intentar arreglarlo. Esto reduce la vida útil del producto y aumenta los residuos electrónicos. El derecho a reparar se ve directamente afectado por estas decisiones de diseño. La legislación en algunas regiones comienza a abordar este problema.

Esto convierte un simple destornillador en una herramienta de resistencia para quien quiere que sus cosas duren.