Fotografiar texturas detalladas y abstractas transforma lo cotidiano
La fotografía de texturas se centra en capturar los patrones y detalles superficiales de objetos comunes. Elementos como el óxido en una superficie metálica, la corteza de un árbol, una tela arrugada o el asfalto mojado después de la lluvia se convierten en protagonistas. El objetivo principal es aislar estos fragmentos de su contexto habitual para crear composiciones abstractas donde la forma, la línea y el contraste definen la imagen. Esta práctica entrena el ojo para percibir la belleza en los detalles más pequeños y ordinarios.
La luz rasante es clave para realzar el relieve
La dirección de la luz es fundamental en este tipo de fotografía. Una luz lateral o rasante, que incide con un ángulo muy bajo sobre la superficie, acentúa las sombras y resalta la tridimensionalidad de la textura. Este juego de claroscuro revela imperfecciones, grietas, relieves y hundimientos que con una iluminación frontal quedarían ocultos. Se puede usar luz natural, como la del amanecer o el atardecer, o controlar una fuente artificial, como un flash o un LED, para dirigirla con precisión y crear el efecto deseado.
Enfoque y profundidad de campo para dirigir la atención
Para conseguir imágenes nítidas y con detalle, es crucial usar un objetivo macro o un modo de enfoque cercano. Se trabaja con aperturas de diafragma medias o cerradas, como f/8 o f/11, para lograr una profundidad de campo suficiente que abarque los relieves de la textura. Sin embargo, a veces se puede optar por una apertura más amplia para aislar un punto concreto y desenfocar el resto, guiando la mirada del espectador hacia el área de mayor interés dentro del patrón abstracto.
Un consejo práctico: no te sorprendas si, después de una sesión intensa, empiezas a analizar la pintura desconchada de una farola o la corteza de un banco del parque con la mirada de un forense. Tus amigos podrían pensar que has encontrado algo sospechoso.
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