Los sistemas TPV encadenan el hardware al software que envejece
Un sistema de punto de venta combina hardware robusto y software especializado. El terminal físico, que incluye la pantalla, la impresora y el lector, está diseñado para resistir el uso intensivo durante muchos años. Sin embargo, el programa que lo gestiona debe evolucionar constantemente para integrar nuevas formas de pago y cumplir con las normativas que actualizan las autoridades fiscales. Esta diferencia en los ciclos de vida crea un desfase inevitable.
El soporte del software caduca y fuerza la renovación
Los fabricantes de software dejan de dar soporte a las versiones antiguas de sus programas después de un tiempo. Esto significa que ya no lanzan parches de seguridad ni actualizaciones para adaptarse a los protocolos de los bancos. Cuando un comercio no puede procesar pagos de forma segura o cumple con la ley, se ve obligado a cambiar todo el sistema. El hardware, que aún funciona perfectamente, se vuelve inservible porque el software que necesita para operar está obsoleto.
La actualización del software depende del fabricante
El comerciante no puede simplemente instalar un programa nuevo en el terminal antiguo. El software de estos dispositivos suele ser cerrado y depende completamente del proveedor original. Si el fabricante decide no lanzar una actualización para ese modelo concreto, la única opción viable es adquirir un equipo completo nuevo. Esto convierte una necesidad de software en un gasto de hardware forzoso, generando residuos electrónicos y un coste económico imprevisto para el negocio.
Así, terminas pagando por un sistema nuevo no porque el viejo se rompa, sino porque el que lo hizo dejó de querer hablar con él. La obsolescencia no está programada en las piezas, sino en el soporte.
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