A principios de la década de 2000, surge una propuesta para construir un segundo museo Guggenheim en España. La ubicación elegida es la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, en Vizcaya. El arquitecto Frank Gehry diseña un edificio de formas orgánicas y revestimiento metálico que pretende emular el paisaje de la zona. La idea genera una gran expectativa cultural y económica, similar al efecto que tuvo el Guggenheim de Bilbao.


La oposición ciudadana y ecologista frena la iniciativa

El proyecto choca de inmediato con una fuerte resistencia. Colectivos ecologistas, vecinales y parte de la clase política argumentan que un complejo de tal magnitud dañaría un espacio natural protegido. Alegan que la construcción y la afluencia masiva de visitantes alterarían los ecosistemas de la marisma y la ría de Urdaibai. La polémica se intensifica y el debate se traslada a los medios de comunicación y a la calle, dividiendo a la opinión pública.

La legislación ambiental impide avanzar con los planes

La normativa que protege la reserva como área de especial interés se convierte en el principal obstáculo legal. Los promotores no logran demostrar que el museo se puede integrar sin perjudicar los valores naturales del entorno. Los trámites administrativos se alargan y el coste político de impulsar la obra aumenta. Finalmente, la falta de consenso social y las dificultades técnicas para adaptar el diseño a la estricta legislación paralizan definitivamente la iniciativa. El proyecto queda en un limbo del que nunca sale, convertido en una promesa arquitectónica que nunca se materializa.

Hoy, el museo solo existe en maquetas y renders, un recordatorio de que a veces el paisaje gana la batalla al titanio.