El mercado promociona alimentos como las bayas de goji, la chía o la espirulina con propiedades casi milagrosas. Los anuncia como soluciones únicas para mejorar la salud, prevenir enfermedades y hasta alargar la vida. Este mensaje justifica su elevado precio y los presenta como imprescindibles. Sin embargo, la realidad nutricional suele distar mucho de estas promesas de marketing.


Los nutrientes existen pero se magnifican su efecto

Estos productos sí contienen vitaminas, antioxidantes o ácidos grasos. No son perjudiciales y pueden formar parte de una dieta variada. El problema reside en que se atribuyen beneficios específicos y extraordinarios que la ciencia no respalda de forma concluyente. Se aísla un componente y se extrapolan sus efectos en estudios preliminares, creando una narrativa de superpoderes que no se materializa al consumir el alimento en cantidades normales.

Una dieta equilibrada local ofrece ventajas similares

Una alimentación basada en frutas, verduras, legumbres y frutos secos de proximidad y temporada proporciona el mismo espectro de nutrientes. Estos alimentos locales suelen ser más económicos, frescos y tienen una huella de carbono menor. No se necesita buscar soluciones exóticas y costosas para comer de forma saludable. La clave está en la variedad y el equilibrio, no en ingredientes individuales presentados como panaceas.

Invertir en kale deshidratado de la otra punta del mundo mientras se olvida la manzana de la huerta de al lado es una paradoja nutricional moderna.