Los sensores del Sistema de Monitoreo de Presión de Neumáticos, o TPMS, vigilan la presión de aire en cada rueda. Estos dispositivos pequeños se instalan dentro de la llanta y transmiten datos de forma inalámbrica a la computadora del vehículo. Para funcionar, cada sensor usa una pequeña batería de litio que está sellada dentro de su carcasa. Este diseño protege los componentes electrónicos de la humedad y los golpes, pero también impide que un usuario pueda cambiar la pila cuando se agota.


La batería sellada tiene una vida útil limitada

La vida de esta batería interna suele oscilar entre cinco y diez años, dependiendo de factores como la frecuencia de uso y las condiciones climáticas. Cuando la pila se descarga por completo, el sensor deja de enviar señales. En ese momento, el sistema TPMS activa un aviso de fallo en el cuadro de instrumentos. La única solución viable es sustituir la unidad completa por una nueva, ya que no existen procedimientos estándar para abrir el sensor sin dañarlo de forma irreversible.

Reemplazar un sensor agotado implica varios costes

Cambiar un sensor TPMS no es tan simple como comprar la pieza. Un taller debe desmontar el neumático de la llanta para instalar el nuevo dispositivo. Después, es necesario programar o reaprender el sensor para que la unidad de control del coche lo reconozca. Este proceso requiere herramientas de diagnóstico especializadas. Por lo tanto, el coste total incluye la pieza nueva, la mano de obra para montarla y el servicio de reprogramación del sistema.

Así que, mientras tu coche te avisa de que una rueda pierde presión, el propio sistema que te alerta está programado para morir de viejo, obligándote a una visita al taller que no planeaste.