Muchas empresas ofrecen compensar las emisiones de carbono cuando compras sus productos, como un billete de avión. Te prometen que así reduces tu impacto ambiental porque ellos invierten en proyectos ecológicos. Esto puede hacer que percibas que tu consumo es sostenible y que no necesitas cambiar tus hábitos. Sin embargo, esta práctica a menudo esconde una realidad compleja y difícil de verificar.


El problema de verificar y medir el impacto real

El mecanismo de compensación presenta varios fallos. Los proyectos que financian, como plantar árboles o instalar energías renovables, son difíciles de auditar. No siempre está claro si el carbono que dicen capturar o evitar es adicional, es decir, si ocurriría sin su inversión. Muchas veces, estos créditos son muy baratos y no garantizan que el CO2 se elimine de la atmósfera de forma permanente. Esto significa que la reducción neta puede ser nula o mucho menor a la anunciada.

Una falsa solución que perpetúa el problema

Al final, este sistema actúa como una herramienta de greenwashing. Permite a las empresas y a los consumidores sentir que actúan, sin abordar la causa principal: la necesidad de reducir las emisiones de forma directa. Se crea una licencia simbólica para contaminar, mientras la actividad comercial continúa igual. La compensación debería ser el último paso, después de haber intentado reducir al máximo la huella de carbono, no un sustituto barato para la acción climática real.

Es como si alguien prometiera limpiar tu casa mañana a cambio de que hoy puedas tirar toda la basura al suelo sin remordimientos. Mañana puede que no venga, o que solo barra un rincón, pero tú ya tienes el salón hecho un desastre y la conciencia tranquila.