Un paquete de baterías en un vehículo eléctrico moderno integra miles de celdas individuales. Estas celdas se conectan en serie y en paralelo para alcanzar el voltaje y la capacidad que necesita el coche. El sistema que gestiona esta compleja red se llama BMS o sistema de gestión de la batería. Su función es vigilar el estado de cada celda, equilibrar su carga y proteger el conjunto.


El software bloquea el paquete completo si fallan celdas

Cuando algunas celdas se degradan o fallan, su resistencia interna cambia y desequilibran el paquete. El BMS detecta este problema y, para evitar riesgos de seguridad como sobrecalentamientos, suele limitar la funcionalidad o inhabilitar todo el módulo afectado. En muchos diseños, no existe una ruta física o de software para aislar y reemplazar solo las celdas defectuosas. El sistema interpreta un grupo de celdas como una unidad indivisible.

La falta de modularidad obliga a reemplazar la batería entera

Esta arquitectura convierte una avería menor en un fallo catastrófico para el propietario. No se puede reparar solo la parte dañada. La solución oficial implica sustituir el paquete de baterías completo, una operación cuyo coste puede superar los diez mil euros. Este enfoque choca con los principios de reparabilidad y sostenibilidad, ya que se desecha un componente enorme donde solo un pequeño porcentaje de sus elementos falla.

Así que tu coche eléctrico decide que, como unas pocas de sus miles de celdas se cansaron, toda la batería merece un retiro dorado y millonario.