Algunas tablets de tinta electrónica, como reMarkable, se presentan como dispositivos premium para tomar notas y leer. Sin embargo, tras adquirir el hardware, el usuario descubre que funciones esenciales no están incluidas. Para sincronizar notas en la nube, convertir escritura a texto o integrar el dispositivo con servicios como Google Drive o Dropbox, debe pagar una suscripción mensual. Esto genera una percepción de que el producto está incompleto sin este pago recurrente.


El modelo de negocio depende de pagos recurrentes

Este enfoque convierte un producto de hardware en una plataforma de servicios. El fabricante argumenta que la suscripción cubre el coste de mantener servidores en la nube y desarrollar software. Para el usuario, significa que la utilidad básica del dispositivo, que justificó su alto precio inicial, queda severamente limitada si decide no suscribirse. Se crea así una dependencia continua del servicio del fabricante para usar funciones que otros dispositivos ofrecen de forma nativa.

La experiencia del usuario se segmenta por pagos

Quien no paga la suscripción solo puede usar el dispositivo de forma aislada, transfiriendo archivos manualmente por cable USB. La conversión de escritura a texto, una función muy publicitada, queda inaccesible. Esto contrasta con la promesa inicial de un cuaderno digital inteligente y conectado. La decisión de bloquear características centrales tras un muro de pago divide la experiencia y puede frustrar a quienes esperaban un producto completo al comprarlo.

Así que pagas por un cuaderno digital de alta gama y descubres que la goma de borrar es una suscripción mensual. La tecnología avanza, pero el concepto de poseer algo parece retroceder.